Aquella noche había inventado frases nuevas, descripciones obscenas, oraciones heréticas, ritos profanos, sacrílegos bautismos de sudor y jadeos, que nombraban un delirio entre todos los posibles para apropiarse de esas esencia única que un hombre confiere. Había celebrado en lenguas inversas mil cultos sediciosos y ancestrales, y se había rendido, primitiva y pagana, a dioses crueles y perversos en dulces y complicadas ceremonias. Había hecho entrega de su carne para hacerla renacer, para desfilar su condición de mortal. Se había inmolado mil veces y había renacido mil veces, como heroína, como santa, como mártir estigmata, como abnegada fiel de una diosa inclemente, diseñando taxonomías de de variantes amorosas, evocando oscuras geometrías del deseo, acoplando los vértices de todos los triángulos, escondidos en cada recodo de cada nuevo ángulo descubriendo reflejos del mismo paraíso. Bebió ríos de leche que surgían de inagotables caudales, hasta que sintió cómo rugía , toda la materia oscura que en sí contenía y que había ocultado tanto tiempo, brotándole de las entrañas, en erupción

Nosotras, que no somos como las demás